viernes, 23 de enero de 2009

VAYA COCHINERO POLÍTICO

Que lo haya reconocido el propio Francisco Ramírez Acuña: “por momentos hemos hecho un cochinero de la política”, podría sonar a un arrebato de honestidad. Pero quedan muchas dudas: ¿nomás ha sido por momentos ese cochinero, o esto ha sido la constante de nuestra vida pública? ¿el desaseo sólo concierne a las y los políticos, o afecta a otros actores sociales que intervienen en la escena pública? Una lectura de las noticias recientes sobre el ámbito público político, arroja claroscuros pues ni todos los políticos, ni todas las instituciones, ni en todos los momentos se ha impuesto el cochinero político, pero la balanza se inclina hacia el predominio del desaseo en la cosa pública. Lamentablemente, sin que haya consecuencias para quienes la ensucian. Porque hay quien ha convertido la degradación política en modus operandi y sigue impune haciendo política sucia.

La manera de organizar las precampañas electorales mediante la articulación de grupos de poder es un ejemplo que apesta. Y el mal olor atraviesa a los partidos políticos que han convertido las elecciones en un negocio personal que ignora al electorado y toca particularmente fuerte a los partidos que detentan gobiernos locales. Si bien parece legítimo operar políticamente por fracciones partidarias, como lo muestra Acción Nacional en Jalisco, y no está tampoco contra la ley cambiarse de manera oportunista de partido, llevando consigo las bases seguidoras, como sucede en las “discretas” negociaciones entre el Partido del Trabajo y el Partido de la Revolución Democrática, o aparentemente se vale aprovechar las diferencias entre partido y gobierno en el poder, los resultados sin embargo ensombrecen el papel deseable de la política limpia. Es lamentable constatar que políticos profesionales inviertan tanto tiempo y recursos en la promoción personal, que roza frecuentemente el uso electoral de recursos públicos, en lugar de dignificar su acción pública y de recomponer la deteriorada relación entre electores y representantes.

Donde más destaca el cochinero político, es en la impunidad producida por la falta de memoria colectiva sobre la actuación de personajes públicos. Ciudadanos sin capacidad de exigencia por una política digna y renovada, permitimos que sigan figurando en la escena pública quienes ensucian la política y no han sufrido consecuencias por su mala actuación o por su autoritarismo manifiesto. Presuntos torturadores que hicieron caso omiso a recomendaciones de comisiones y agrupaciones promotoras del respeto a los derechos humanos, por parte de organismos mexicanos e internacionales que documentaron casos concretos de violaciones a los derechos más elementales, se proponen nuevamente a un puesto de elección popular. La política de “mano dura”, que banalizó los derechos humanos, que criminalizó la protesta pública, se ha mostrado incapaz de lograr gobernabilidad democrática.

Olvidamos que esa política fracasó en su tiempo en la Secretaría de Gobernación, pues la política sucia niega dialogar con apertura de miras con los opositores; al contrario, esa política polarizó el ambiente político nacional y crispó hasta la confrontación a los grupos y fracciones políticas del país, inclusive del partido gobernante. De ese cochinero político, ejercido como práctica sistemática y no tan momentánea, proviene el hombre políticamente más fuerte en Jalisco. Paradójicamente, Acción Nacional lo ha creado y él ha hecho del PAN un partido a su medida. Así, el partido de los valores éticos que pretendía dignificar la política, hoy se nutre del pragmatismo que considera al cochinero político y la política de mano dura como un mal necesario para ejercer autoridad. Pero ahora los vientos soplan en otra dirección; convendría analizar detenidamente por qué Barack Obama ya mandó cerrar la prisión de Guantánamo, Cuba, condenó la tortura y decidió encauzar inclusive la guerra por la vía del derecho.

viernes, 16 de enero de 2009

PODER SUAVE INTELIGENTE

Vaya que es enigmático el pueblo estadounidense. Volcado preferentemente hacia lo doméstico, su potencia la debe a la fuerza lograda internacionalmente. Octavio Paz señaló certeramente que Estados Unidos es al mismo tiempo un imperio y una democracia, una paradoja que sigue marcando el destino de esa nación. El próximo 20 de enero Barack Obama asume la presidencia de una potencia que sigue sin resolver esos dilemas. Su apuesta doctrinaria para relacionarse con el mundo, recurre a los principios del Demócrata Franklin D. Roosevelt: el New Deal, o nuevo trato internacional, con énfasis en una diplomacia proactiva en búsqueda de mayor legitimidad. Sin embargo, el contexto de crisis financiera internacional y de cuestionamientos severos a la hegemonía mundial estadounidense, no asegura que las libertades rooseveltianas contra el miedo, las carencias, la inseguridad, puedan lograrse mediante una mera reorientación diplomática; el ingrediente militar sigue determinando la política exterior.

En su campaña electoral, Obama recurrió al ideólogo por excelencia de la necesaria combinación de los poderes duros, militares, y los poderes suaves, diplomáticos (hard y soft power), para el mantenimiento de la hegemonía. Ser respetado y temido; aceptar y desear la conducción del hegemón requiere, según Joseph Nye, una sutil mezcla entre ambos poderes para hacer eficaz la obtención de legitimidad. Obama introdujo los principios de Nye en su plataforma electoral y se propuso enfatizar lo que llamó el poder suave inteligente (smart-soft power), como estrategia para obtener legitimidad, sin descartar el uso de la fuerza como último recurso. Hillary Clinton expresó esa idea en la audiencia frente al Senado para buscar su confirmación como Secretaria de Estado del nuevo gobierno, al decir: queremos más socios y menos adversarios.

Privilegiar este poder suave inteligente, provocará sin duda cambios importantes en la política exterior de la potencia norteamericana; la señora Clinton anunció en esa comparecencia que buscará negociaciones de paz en Medio Oriente, reconociendo tanto la necesaria seguridad de Israel, como las legítimas aspiraciones económicas, políticas y sociales de los palestinos; se buscará también un “fin responsable” de la guerra en Irak y, simultáneamente, nuevas estrategias en Afganistán y Pakistán, focalizadas en el combate contra Al Qaeda. Pero esa política exterior aparentemente progresista está atravesada por el poder, ni tan inteligente, ni tan suave, el exacerbado poder del mercado. El cual se trasluce en el equipo de campaña y los funcionarios del nuevo poder ejecutivo estadounidense, donde la herencia de integrantes del equipo de Bill Clinton, aunada a las alianzas de Obama con los poderes fácticos mediáticos y financieros, ya expresa una fuerte presencia del complejo industrial-militar.

Esos intereses crearon una diplomacia de guerra y negocios, que será imposible erradicar. Máxime que Estados Unidos enfrenta la gestión de la crisis financiera, suma de la irracionalidad especulativa y el altísimo costo de la guerra de Irak, que representa más de siete billones de dólares. ¿Quién financiará ese déficit acumulado? Los impuestos, principal fuente financiadora, no podrán aumentar su contribución por motivos electorales; la inversión extranjera directa en Estados Unidos será decisiva. Aumentar intercambios con socios comerciales será otro camino, pero no mediante tratados de libre comercio, pues el neoproteccionismo demócrata exige mayor rigor en tratos laborales y ambientales. Aumentar productividad y exportaciones será la punta de lanza del poder “suave inteligente” del mercado. Un poder que idiotamente se llevará entre las patas a un Tratado de Libre Comercio de América del Norte, cuya renegociación con agenda propia no fue prevista por el gobierno mexicano. Debilidad que lamentablemente aleja un pacto migratorio justo y equitativo, sumergiéndonos en los poderes duros del combate al narcotráfico en nuestras relaciones con ese Estados Unidos del poder suave inteligente.

viernes, 9 de enero de 2009

2009 LATINOAMERICANO

La histórica realización de cinco cumbres simultáneas de presidentes del Mercado Común Suramericano (MERCOSUR), Unión de Naciones de Suramérica (UNASUR), Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), del Grupo de Rio y Presidentes de América Latina y Caribe, en Salvador de Bahía, Brasil, el pasado 8 de diciembre, cerró un 2008 esperanzador: con más integración comercial con contenidos comunitarios; con mayor diálogo y concertación política hacia dentro y fuera de la región; con proyectos conjuntos energéticos, financieros y de cooperación internacional; con un claro mensaje al Presidente Barack Obama, de mayor independencia regional frente a Estados Unidos; con la preocupación compartida por mantener y profundizar logros sociales de gobiernos de izquierda en su mayoría; con la reinserción mexicana en la comunidad latinoamericana, al reacercarse a Cuba y Venezuela. Inclusive la Cumbre de los Pueblos del Sur, formada por representantes de organizaciones y movimientos sociales, hicieron una valoración positiva de estas convergencias.

Así como crece la integración y la unidad latinoamericana, ésta región se involucra crecientemente, en asuntos definitorios de la agenda mundial futura, tanto como en conflictos regionales con repercusiones globales. En lo económico, destaca la participación de presidentes latinoamericanos en el Grupo de los 20 (G-20), y el posible resultado de una agenda post-neoliberal, para afrontar la crisis financiera mundial, desde bloques regionales fortalecidos, como los ofrecidos por Suramérica: MERCOSUR, UNASUR y diversas perspectivas alternativas que protagonizan Brasil y Venezuela, en lo financiero con el Banco del Sur, en la integración con la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), o la Iniciativa de Infraestructura Regional de Suramérica (IIRSA) y su ambicioso programa de construcción carretera y de telecomunicaciones.

En el plano diplomático y estratégico, Latinoamérica espera un año con fuertes turbulencias. En su proyección por mantenerse como una potencia global, ya reconocida, Brasil construyó una amplia gama de alianzas internacionales. Destaca el Grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) al seno del cual la diplomacia brasileña identifica una comunidad de intereses Sur-Sur que le ha dado fuerza a su política exterior, pero que también la compromete con sus aliados en temas conflictivos que corresponden a la proyección de sus potencias aliadas. Los temas conflictivos van de las discusiones sobre el rol de la Organización Mundial de Comercio, hasta las rivalidades ruso-estadounidenses, las aspiraciones manifiestas de China como potencia mundial, o las competencias hindúes por ganarse a Brasil como aliado estratégico, que incomodan al resto del grupo.

Otras coordenadas turbulentas atraviesan por Venezuela y Cuba, países con los que Rusia tiene, desde la percepción estadounidense, peligrosos acercamientos, como las maniobras navales conjuntas ruso-venezolanas en el Caribe Atlántico, o la coordinación militar ruso-cubana que contempla la apertura de una base militar en la isla. Rusia impulsa así, una suerte de posguerra fría para compensar con su presencia latinoamericana, el impulso estadounidense a la invasión de Osetia del Sur; punto de influencia geopolítica rusa. Además, el acercamiento venezolano a Irán y la reciente expulsión del Embajador israelí en Venezuela, a raíz del conflicto de Gaza, introduce un explosivo componente en las relaciones interamericanas.

Washington buscará recomponer la antes incontestada influencia estadounidense en las relaciones interamericanas. Reforzará su presencia militar en el Comando Sur, ampliará la capacidad de su recientemente relanzada IV Flota en el Atlántico suramericano. Además, acentuará la componente militar-geoestratégica de la lucha contra el narcotráfico a través del Plan Colombia, el Plan México y la Iniciativa Andina, aunque ahora se cuestiona su presencia militar, como lo hizo Ecuador, que este año no renovará la concesión de la base de Manta. Panorama geopolítico que, combinado con el declive de la hegemonía comercial y financiera estadounidense, puede deparar escenarios conflictivos para avanzar en la unidad latinoamericana.