viernes, 28 de enero de 2011

DESARROLLO: ABORDAJE INTEGRAL

Es un lugar común decir que el combate al crimen organizado requiere de un enfoque integral; todos podríamos aceptar este señalamiento que hace José Narro, Rector de la UNAM, al referirse al fracaso de la sociedad, no exclusivamente del gobierno, que representan los casi 34 mil 500 ejecutados en lo que va del sexenio calderonista. No obstante, en su argumentación contra el fracaso de la perversa guerra que convoca el gobierno, o contra la inadecuada política contra el narco que encabezan Estados Unidos y la ONU, se encierra una conclusión que en el fondo reclama una estrategia integral de desarrollo, además de una estrategia particular contra el crimen organizado. Un enfoque multidimensional que significa toda una reestructuración social, capaz de ofrecer empleo, salario digno, educación a los jóvenes, formación de valores laicos, cívicos, como la solidaridad, la lealtad, la defensa de la libertad, de la tierra, de todos los seres vivos.

Si la guerra anticrimen encabezada por Washington y Naciones Unidas fracasó, particularmente su versión mexicana, lo que toca hacer ahora es encuadrar en qué consiste tal integralidad del desarrollo, en tanto condicionante de un enfoque integral contra el crimen organizado. Esta semana empezaron los trabajos de la Comisión Global de Políticas sobre Drogas, integrada por tres ex presidentes latinoamericanos: Fernando Cardoso, de Brasil; Cesar Gaviria, de Colombia y Ernesto Zedillo de México y numerosas personalidades de otras partes del mundo, entre los que destacan los escritores Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa. Esta nueva Comisión tiene el riesgo de aislar una vez más la lucha anticrimen de los problemas del desarrollo, los cuales deberían de incluir la dimensión sociopolítica como palanca transformadora para enfrentar la crisis civilizatoria que subyace a la crisis de valores humanistas que invade a nuestras sociedades.

Los ex Presidentes de Brasil, Colombia y México muestran sobradamente que la consigna que animó a sus gobiernos: “más de lo mismo”, es la determinante del fracaso en los términos del desarrollo, pues bajo sus mandatos se incrementó la desigualdad social, aumentó la pobreza más que antes, se concentró el ingreso a niveles escandalosos (que se reprodujo bajo el gobierno de Lula), y con la excepción de Brasil que cuenta con una política exterior autónoma, en Colombia se impuso un plan militarista y policíaco conducido por Estados Unidos, que luego se reproduciría en México dentro de la Iniciativa Mérida. Al grado que el gobierno mexicano se apegó con toda ortodoxia a la táctica de guerra, desde el arribo al poder de Felipe Calderón, pues con todas las fisuras que abrió su falta de legitimidad el Ejército se convirtió en el salvavidas del régimen y la guerra en su fuente de combate contra la inseguridad.

Entre diálogos nacionales sin escuchas, desmoronamientos de instituciones por falta de acuerdos políticos básicos para recuperarlas y reformarlas, en medio de una crisis de gobernabilidad causada por la impunidad de los poderes fácticos, tanto del crimen organizado, como del poder empresarial, al que ni siquiera se regula en el ámbito fiscal –pues las grandes empresas eluden pagar impuestos, lo que equivale a un 20 por ciento del PIB- lo que falta es una estrategia integral del desarrollo. Mauricio de María y Campos, resalta las dificultades para revitalizar al mercado interno: “En México nuestra imaginación política-empresarial-laboral parece estar entrampada. Realizamos ajustes anuales por inflación a un salario mínimo inaplicable, temerosos por los efectos inflacionarios de llegar a 58 pesos diarios, cuando debiera ser de 220.6 para satisfacer las necesidades materiales de una familia promedio de 4 y de 280 para cumplir con las constitucionales”. Un salario remunerador digno sería el mejor cañonazo contra la reproducción del sicariato entre los jóvenes.

viernes, 14 de enero de 2011

JUAN PABLO ROSELL, TE EXTRAÑAMOS

Rafael del Barco, seudónimo con el que escribía en Público-Milenio sus deliciosas columnas “el caldero” y “Del Fogón a la Mesa”, en el suplemento Ocio, sobre cultura gastronómica, recetas de cocina, junto con impresiones muy atinadas sobre los restaurantes que visitaba acompañado de Mercedes, su mujer (hoy podemos decir que es Cristina Romo, su verdadero amor-pareja), decía con la modestia y la guasa que lo caracterizaban, que tenía unos cuatro lectores con quienes estaba muy agradecido. Quién sabe por cuantos se multiplicaban en realidad esos lectores, pero fui uno de entre ellos. Decidí dedicarle esta columna porque lo vi unos días antes de que falleciera y entonces platicamos sobre la probable, entonces, desaparición de su columna “el caldero”, además claro de la siempre buena plática que tenía. Escogió el 12 de diciembre para despedirse de sus lectores; no sabíamos que sería tan definitivo ese adios.

Nos dice Jaime García Elías que Juan Pablo “se inició en el periodismo en el diario capitalino ‘La Prensa’. Llegó a Guadalajara hace más de 40 años para hacerse cargo de las oficinas de la Agencia Amex. Participó en la fundación de ‘El Diario de Guadalajara’ y ‘Siglo 21 (hoy “Público”), donde hizo escuela por su pulcritud profesional y por su don de gentes.” Jaime Barrera, Director de Público-Milenio, recordó que Rafael del Barco “fue fundador y colaborador del periódico Siglo 21, donde no sólo escribió su columna gastronómica, sino que fungió como un ombudsman interno, de esta actividad se derivó su colaboración en la redacción del Libro de estilo del desaparecido diario.”

Un hombre talentoso que fue un sabio de la vida, alguien que encarnó individualmente eso que hoy buscamos con afán: el buen vivir. Mi primer contacto con él fue como paciente, pues entre otras de sus virtudes era un reconocido homeópata que además te ayudaba a reconocer cuál medicamento te convenía para que no dependieras de él.

Previendo extrañarlo, el 12 de diciembre escribí a Jaime Barrera, Director de Público,: “Me entristeció leer este domingo que Rafael del Barco dijo adiós a sus lectores. En ‘Ya con esta me despido...’ el gran calderero nos dice que ya cumplió un ciclo, pues todo por servir se acaba. Sin embargo, como lector dominical de la siempre agradable y sugerente columna de Rafael del Barco y de su entrañable Mercedes, he recortado y guardado muchas recetas de las propuestas, he gozado del buen humor y capacidad de disfrute de la vida cotidiana, mi aprecio por la cultura y la antropología de la comida mexicana ha crecido, he podido ser mucho más selectivo y exigente al escoger algún buen restaurante. No veo por qué todas esas aportaciones se tengan que acabar; aún el ciclo está abierto para quienes esperamos disfrutar del Caldero. Además, una de las columnas que ha singularizado al periódico Público-Milenio es la de Rafael del Barco. Desde Siglo 21, antecedente de este Diario, hemos tenido la fortuna de contar con sabrosos textos que aderezan ese periodismo del goce que tan bien le sale al calderero. Estimado Jaime Barrera ¿cómo le podemos hacer para convencer a Rafael de Barco para que siga aportándonos su sabrosa escritura? Estimado Rafael del Barco ¿no le podrás hacer como el buen músico que toca y toca, aunque diga ‘ya con esta me despido’ Abrazos para ambos, en la esperanza de que encuentren una buena receta para que los lectores podamos seguir gozando de "el caldero".

En la posada de Público-Milenio todavía hablé con Jaime Barrera sobre el posible regreso de Juan Pablo… aunque se apagó el caldero, nos queda el sabor a vida que él trasmitió, y los legados que nos descubra Cristina Romo, su compañera del alma.