viernes, 26 de octubre de 2012

LEGADOS QUE SUPERAN LAS PARTIDAS

A la memoria de Don Efraín González Morfín y de Guadalupe de la Peña Topete, pitita La partida de dos personajes unidos por su compromiso con la justicia social desde una perspectiva católica, deja grandes huecos en la sociedad jalisciense y nacional. Extrañamos desde ya el quehacer de Don Efraín en la democratización del sistema político y partidario, en el campo de las ideas humanistas libertarias, en el reconocimiento de las desigualdades como fuente de los conflictos y como desafío a la ética y la moral públicas y privadas. Extrañamos también a pitita, mujer con vocación educativa, que decidió distanciarse del rol religioso que personalmente sintió limitante y que, en sintonía con los cambios implicados en el Concilio Vaticano II, que también conmovieron a don Efra, optó por dejar la vida del monasterio y la educación de las hijas de la elite tapatía, para dedicarse a los pobres, desposeídos y excluidos, desde la inspiración aportada por la Teología de la Liberación. No obstante su profunda convicción católica, ambos reconocieron que la política no podía ser enfrentada por la iglesia como corporación de intereses materiales, sino que mediante un espíritu de vocación laica, se podrían generar mejores formas de convivencia. El joven Efraín escogió la vida religiosa; estuvo 13 años con los jesuitas y luego optó por una muy activa vida política que lo llevaría a refrendar y ampliar las ideas fundadoras de su padre, Don Efraín González Luna, ideólogo del Partido Acción Nacional. Pitita se distinguió como pedagoga dentro del Colegio Guadalajara, institución educativa donde innovó los métodos educativos en el plano de la pertinencia social. Sin romper con la orden del Sagrado Corazón de Jesús, ella se planteó llevar su capacidad hacia un campo de la sociedad más amplio, donde sentía que más la necesitaban y que más podía aportar. Guadalupe fue influida por los cuestionamientos de la generación del 68. Acompañó decisiones difíciles que tomaron algunos jesuitas al cerrar el Colegio Patria, en la Ciudad de México, versión masculina del Colegio Guadalajara. Se involucró en los movimientos eclesiales de base. En torno suyo otras religiosas se arriesgaron a dejar los hábitos para irse a vivir con la gente pobre. Trataban de entender la desigualdad, la discriminación y las diversas formas de exclusión, contra las que crecían distintos procesos sociales. Medellín, Colombia, fue un hito importante en su vida. Como continuadora de postulados liberadores, ella participó de los debates que se plantearon católicos y cristianos en torno de la revolución y la transformación radical que nuestras injustas sociedades necesitan. Dialogó con quienes optaron por la vía armada para instaurar el cambio social, pero ella se dedicó a concientizar, palabra que para su época fue lazo de compromiso social con transformaciones pacíficas. Reconocido como un humanista pluralista y como un intelectual católico a toda prueba, Alonso Lujambio, recientemente fallecido, recogió los puntos de vista de Don Efra en una entrevista que le hizo en 2008: “... la justicia social se realiza mediante el ejercicio y la defensa de los derechos... la justicia social tiene por objeto... promover el acceso de los hombres... a los bienes materiales y espirituales suficientes para que la comunidad viva de la manera más justa, equitativa y equilibrada que sea posible, con respeto para la libertad personal y para la dignidad humana”. Valores que compartía con un amplio espectro de la clase política que marcó el devenir de Acción Nacional, pero que también hoy se extrañan ante el pragmatismo y el deterioro por ejercer el poder sin la constante supervisión ética del partido. Dos legados que por distintas vías de acción social, nos seguirán interpelando vivamente.

viernes, 19 de octubre de 2012

ALTERNANCIA ¿REGRESIÓN AUTORITARIA?

A Felipe Vicencio QEPD Apelando al respaldo internacional que ha recibido Enrique Peña Nieto como ‘Presidente electo de México’, su equipo de transición aprovecha el ámbito de las relaciones internacionales para difundir lo que será su gobierno. Como lo aconsejaba el Cardenal Richelieu, la política exterior tiene que apoyar antes que nada la resolución de los conflictos internos. Afuera del país se pueden ganar batallas que internamente aún muestran adversidades. Por ello, a escaso mes y medio de su investidura presidencial, Peña Nieto escogió los países donde mejor podía expresar los asuntos que nutrieran su agenda política interna, particularmente en aquellos temas que son polémicos para su futuro gobierno. Simultáneamente, delinea su política exterior y precisa su oferta hacia los países escogidos para su visita. En el frente interno, lo que buscan afanosamente giras y negociaciones de su equipo de transición es mostrar que la alternancia no representa una regresión autoritaria. Ocupar el centro político, sin polarizar, parece ser la prioridad que han establecido el PRI, Peña Nieto y su equipo de trabajo. Durante este periodo de transición de gobierno, discursos y posicionamientos políticos dentro y fuera del país, insisten en eliminar todo residuo de impactos excluyentes que pudieran tener las llamadas reformas estructurales. Brasil, fue el aparador para publicitar que la reforma energética se acercará al ejemplo de Petrobras, con la preeminencia estatal en la inversión, pero con aperturas al capital privado. Chile, fue el escaparate desde donde se legitimó un nuevo programa que retome logros de Oportunidades, pero incorporando las experiencias de Chile Solidario y la de Bolsa Familia, brasileña, mediante la ampliación de transferencias monetarias condicionadas para combatir la pobreza. España, fue el escenario donde se quiso legitimar la reforma laboral, como alternativa para impulsar crecimiento y competitividad de la economía mexicana. Que no está sujeta a una crisis tan aguda como la española. Alemania e Inglaterra, ofrecieron una vitrina privilegiada para posicionar los alcances de la reforma fiscal, cuyos contenidos anuncian “respetar la autonomía del Banco de México, un manejo responsable de las finanzas públicas, fomentar y alentar la competencia, y combatir prácticas monopólicas [en lo que coincidieron, recordemos, todos los candidatos presidenciales], así como impulsar al país como potencia energética [donde se niega la privatización a ultranza, pero se ofrece apertura, digamos a la British Petroleum, sin que se precisen los ámbitos de propiedad nacional sobre PEMEX].” Además, en esos países europeos, donde se golpea la seguridad social, Peña Nieto anunció, nuevamente en el marco de ambigüedades que caracteriza su gira, que reforma fiscal y seguridad social para el bienestar de los mexicanos, tanto como para el combate a la pobreza, son indisociables. Si bien en Francia Le Monde publica un artículo de Peña Nieto con vagas alusiones a la violencia y la corrupción, la falta de precisiones sobre su agenda específica de gobierno imperó en sus discursos. Nada concreto sobre políticas contra la desigualdad; nada particular sobre estrategias diferentes para el combate al crimen organizado; ausencia total de políticas de diálogo y consulta sobre los graves problemas nacionales. La única política que se publicita empeñosamente es hacia los empresarios como interlocutores privilegiados, con los que se ha reunido invariablemente en los países visitados. Cierto, su equipo de transición ha tendido puentes con el gobierno actual en los temas álgidos, como la seguridad pública, pero más evidente es la orientación de la coalición política que se propone entre el “nuevo PRI”, que no es otra cosa que el Grupo Atlacomulco recargado, y una tecnocracia que no tiene más horizonte que el de la tozuda continuidad con las políticas de estabilidad macroeconómica reducida al ámbito financiero, factores proclives al autoritarismo.